Sexología

MICRORELATO ERÓTICO 4

Siempre me ha gustado el morbo del sexo cuando te pueden pillar. Cuando Erik y yo empezamos  salir, no teníamos una cama o una casa siempre para hacerlo, así que nos tocaba ir a un descampado en su coche, o cualquier sitio público dónde pudiésemos hacerlo.
Alguna vez lo colaba en mi habitación estando mis padres en casa, y lo hacíamos en mi cama casi sin hacer ruido. Me excitaba tanto que pudiesen pillarme que prácticamente sin tocarme me corría.

Ahora tenemos una casa, y aunque tengo un sexo maravilloso, echo de menos esos días de morbo, en los que mi madre o mi padre me podían pillar, o los vecinos nos vieran en la entrada haciéndolo.
Así que dispuesta a sorprender a Erik y saciar estas ganas locas de morbo y sexo público, le ofrecí hacer algo distinto esa noche. Reservé en un restaurante de la ciudad, uno de estos que tienen mucho “glamour”. Esta noche toca ponerse de etiqueta, y para ello me he puesto un traje negro con encaje, bien ceñido.  Todo esto acompañado de un picardías negro de encaje, con esos dos botoncitos abajo que dejan todo al aire en cuestión de segundos, de esos que no hace falta ni quitarse la falda.
Cuando Erik ha llegado a casa, casi se cae de espaldas al verme, y se ha acercado a darme un beso apasionado, de esos que empiezan suaves y se van acelerando, como mi respiración y excitación. Pero lo he detenido rápidamente al ver que se estaba alzando la bandera ya.

Nos disponemos a irnos ya al restaurante, que está situada en la vigésima planta de un hotel de Madrid. Llegamos y aparcamos, como todo un caballero viene a abrirme la puerta, y cuando la cierra me arrincona en el coche metiendo su mano debajo de mi falta. Dios mío, cómo me excitan esos arrebatos que tiene Erik. Dejo que siga acariciándome hasta que noto que si no para me voy a correr allí mismo delante de todos los presentes.
No contenta con ello me decido a devolvérsela un poco. Así que subimos al ascensor y con toda la gente que sube a cenar, acabamos en el fondo del ascensor. Dispuesta a ponerle esta vez yo a él, me pongo delante de él, pero dándole la espalda. Mientras vamos subiendo los primeros pisos le voy bajando la cremallera del pantalón y le meto la mano acariciando suavemente de arriba abajo su pene. Noto como crece entre mis manos y voy acelerando poco a poco. Noto que me aprieta fuertemente contra él,  y me da mordisquitos en el cuello.
Me pone tanto el que nos puedan pillar que noto mi humedad, y con la otra mano me acaricio de forma sigilosa, para q no me pillen. Cada planta en la que para, y sube o baja gente, detenemos nuestras caricias.
El tener que parar cada vez me hace tener más ganas de follar allí mismo, sin importarme la gente que hay delante de nosotros. Siento que mi cuerpo va a explotar y llegamos a nuestra planta. Ahora mismo tengo de todo menos hambre, así que le he propuesto hacer un viaje en ascensor más. Todos bajan y nos quedamos solos, así que me abalanzo sobre él y empezó a besarle. Me coge y me empotra contra la pared del ascensor, me levanta la falda y con una velocidad como un rayo, me penetra. Noto su pene erecto dentro de mí y no puedo dejar de gemir. Estoy tan excitada que si en este momento paramos en alguna planta no pienso ni quitarme.
Sigue penetrándome con cada vez más brío, y yo no paro de moverme mientras me levanta un brazo contra la pared. Le dejo que me posea de forma rápida y salvaje, pero tan excitada es la situación que estoy muy caliente, tanto que llego al orgasmo pocos segundos antes de él.
Justo en ese momento paramos en la planta 0, los 20 pisos más excitantes de mi vida.
Después de recomponernos, subimos a cenar, por supuesto, pero repetimos al bajar. Nunca me había divertido tanto un viaje en ascensor.

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