Sexología

MICRORELATO ERÓTICO 16

La verdad es que no creía que estas cosas pudiesen pasar, más allá de en las películas. Dónde chico conoce a chica, se acerca, le habla y surge el amor. Yo soy una persona que con la edad me he hecho baste más exigente. Hace un año que lo dejé con mi novia, con la cual compartía un alquiler y un gato.
Las cosas las vivo por cómo me mueven, cómo me hacen sentir. Por eso si llega un día que algo no me llena, que no me siento feliz o que no es lo que quiero, acabo terminándolo. Porque soy de las que piensan que la vida está para vivirla, que sólo es una y no quiero pasarme el resto de mi vida en una relación por “comodidad”. Yo no soy así, me muevo más por sentimientos.

Soy profesora en la universidad, y me encanta mi trabajo. Voy siempre motivada para enseñarles que no todo es aburrido, que pueden siempre aprender de una forma motivadora.
Es cierto que pasa muchísima gente por las clases, pero siempre hay gente que te llama la atención, sea por lo que sea.
Era un día de esos que son más bien grises, no tenía un buen día e intentaba disimularlo porque lo que menos me apetecía era hablar. Fui a clase, tenía que hacer a mis alumnos un examen oral, así que iba llamándolos de uno en uno.
Cuando ya llevaba al menos 15, entró una chica, sonriente, morena , con los ojos marrones, el pelo liso y muy guapa.
Le hice las preguntas del examen, y aunque parecía que no había estudiado mucho, por sus respuestas, radiaba una seguridad aplastante. Hablaba con una sonrisa y no parecía estar nerviosa. Así que, cuando terminé las preguntas, se levantó y cogió sus cosas. Antes de salir de abrir la puerta se detuvo y me preguntó, con una voz dulce y delicada, si estaba bien. Me quedé sorprendida. No entendía como una persona que no me conoce, se diese cuenta de que no estaba bien. Afirmé y le dije que sí, pero que gracias por preguntar. A lo que ella me respondió: “Se que ocurre algo, te lo noto. Porque todos los días cuando te veo, desprendes positivismo, alegría, con tu sonrisa preciosa. Y hoy solo veo una risa forzada, unos ojos cansados y tristeza. Sea lo que sea, seguro que pasa, y si no, siempre habrá algo por lo que valga la pena sonreír”.
No pude contestar nada, porque me quedé como en estado de shock, de cómo me había sorprendido aquella chica de tan sólo 23 años. Tanto que tenía ganas de volverla a ver.

Las siguientes clases estuve observándola, aunque no sé que me pasaba, me daba como vergüenza que me pillara mirándola. Pero cuando me pillaba, me sonreía y eso todavía era peor.  Me estaba fijando en una alumna, lo cual ya está mal, pero no podía evitar sentir aquello. Por esa razón, cuando colgué las notas decidí ponerle que tenía que venir a hablar conmigo. Era mi oportunidad para una segunda toma de contacto asolas.

Cuando vino a mi despacho no ponía la misma cara que en el encuentro anterior, parecía preocupada, pero enseguida le dije que la había hecho venir por lo que dijo antes de irse. Que aprobada estaba, sólo que la había citado para poder preguntarle cómo fue capaz de darse cuenta. Me dijo que se fija mucho en las personas, y que es capaz de ver un poco más allá de lo que aparentemente dejamos mostrar. De hecho me hizo un pequeño análisis de lo que ella era capaz de ver en mí. La verdad es que acertó, y estaba tan sorprendida que quería saber más de ella. Así que le dije que, si quería, la invitaba a cenar. Ya que estábamos en desigualdad y me gustaría conocerla más. Yo sabía que esto no estaba bien, pero mi corazón me decía que valía la pena.

Quedamos en que la recogería yo y nos fuimos a cenar a un bar fuera de la ciudad, por tener más privacidad. Y así hablar más abiertamente.
Estaba preciosa con sus pantalones de pitillo negros, una blusa color mostaza y una chaqueta de cuero negra. Se había dejado el pelo suelto y maquillado lo justo, me gustan así, prácticamente al natural.
Cenando descubrí su mundo, había tenido una infancia difícil, perdió a su madre cuando era pequeña, y la relación con su padre no era muy buena. Pero también descubrí su faceta más pícara. Era todo muy contradictorio, por una parte parecía que yo le interesaba, por su forma de mirarme. Me miraba los labios y se mojaba los suyos con la lengua.
Luego de repente,  era como si se le cruzara un cable y ya le costaba hasta mirarme. Era extraño, pero a mí cada vez me estaba gustando más.

Todo fue rodado y la cena fue perfecta. Nos fuimos a mi coche y le dije que dónde quería que la dejase. Así, de repente, se acercó y me dio un beso en los labios. Rápidamente dejé salir mi lengua para encontrarse con la suya. Nos fundimos en un beso húmedo y sabroso. Aunque eso hizo que yo también me pusiese húmeda.
Se apartó un poco para decirme: “ Por si tenias alguna duda te he besado, pero dónde quiero que me lleves, es contigo.” La volví a besar y , sin decir ni palabra, empecé a conducir a uno de mis hoteles favoritos. Es uno de esos en los que entras por el garaje y vas directamente a la habitación. Nadie te recibe, nadie te ve y puedes disfrutar con sus instalaciones.

Entramos a la habitación y se abalanzó sobre mí, besándome. No pude evitar que mis manos recorrieses su cuerpo, poco a poco, acariciándola por encima de la ropa.
Suavemente le quité la blusa, para dejar ver sus pechos preciosos. Empecé a besarle del cuello hasta los pechos. Cada vez notaba  más su ritmo cardíaco, que iba acelerándose conforme la iba besando en cada centímetro de su piel. Nos desnudamos y le conduje al jacuzzi. Con el agua cubriendo su cuerpo, me senté encima de ella. No dejaba de besarme los pechos, chupándome los pezones con una sensualidad que me ponía muchísimo. Cogí su tímida mano para ponerla en mi sexo, haciendo el movimiento que yo deseaba que hiciese. Ella me besó y empezó a tocarme. Introdujo su dedo en mi, cosa que me hizo gemir más fuerte aún y moverme más encima de ella. Quería que ella también lo probase, así que nos cambiamos la posición y la senté encima de mí, pero esta vez , mirando ambas en la misma dirección.  Con una mano acaricié su clítoris suavemente, y con la otra acariciaba su cuerpo. Ella giraba la cabeza para besarme, pero el placer le impedía que su cuerpo reaccionase a girarse. No deje de hacer movimientos circulares mientras introduje uno de mis dedos. Iba aumentando cada vez más el ritmo, sin parar hasta que estalló de placer.
Salimos del jacuzzi para ir a la cama, ella quería demostrarme ahora lo que podía hacer. Así que se sentó encima de mí y me dijo que no podía tocarla hasta que ella me dijese.
Como si tuviese las manos atadas, me las puso por encima de mi cabeza, y me vendó los ojos.
Cogió un hielo y empezó a pasarlo por mi cuerpo, pasaba el hielo y después su lengua. Era un efecto frío calor que me estaba poniendo muchísimo.
Fue bajando el hielo hasta llegar a mi sexo, dónde pasó levemente el hielo para dejar más tiempo a su lengua. Me retorcía de placer en la cama, sin poder tocarla ni verla. Ella aumentaba la velocidad e introducía el dedo y lo sacaba para intensificar el placer.
Cada vez estaba más húmeda, no podía parar de gemir de placer. Cada vez iba más y más rápido hasta que no pude contenerme y me dejé llevar, llegando al clímax.
Tras este asalto la toqué, estaba muy mojada, así que decidí que había que seguir hasta saciarse.
Fue una noche completa de orgasmos, juegos, posturas y probar cada uno de los rincones del hotel.  Esa noche fue maravillosa, aunque más maravillosa es ella. Que ahora hacemos lo mismo, pero en nuestra casa.

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