MICRORELATO ERÓTICO 15
Cada fin de semana es lo mismo, salimos, bebemos y acabamos liándonos con alguien o acostándonos con alguno de nuestros follamigos. Sólo tengo 22 años y ya estoy cansada del sexo con gente que no me aporta nada nuevo. Hay veces que disfruto, sobre todo cuando he bebido lo suficiente como para no tener ningún tipo de reparo o vergüenza, pero otras… es un desastre.
Todos llegan y, con cuatro besos, ya quieren metérmela. Así, sin prácticamente una estimulación.
Esto me hace tener ganas de algo nuevo, de probar algo que me haga estremecer, que me haga quedarme con ganas de él, que… uhh sólo de pensarlo ya me estoy excitando.
Hoy mi madre da una fiesta sorpresa por el cumpleaños de mi padre. Es su 50 cumpleaños, y ha invitado a muchos amigos. No me apetece mucho ir, pero mi madre me ha dejado que invite a algunas de mis amigas. Ninguna quiere ir, excepto mi mejor amiga Miriam. Ella solo viene para no dejarme sola, pero las otras prefieren ir al cumple del novio de Claudia.
Mi amiga Miriam me dijo que mientras hubiese alcohol y música, ella venía.
La fiesta la íbamos a hacer en el chalet de mi tío, y todo estaba preparado.
Aunque no me apetecía mucho, Miriam me animó bastante. Fuimos a ayudar por la tarde y empezamos con unos chupitos. Allí estaban algunos de los amigos de mi padre empezando también a tomarse algo, pero más light que nosotras.
Mientras preparábamos la pista de baile, colocábamos las luces y se nos acercó Alberto, amigo abogado de mi padre, alto, con el pelo canoso, sonrisa perfecta y bastante musculoso. Desde luego que él no tenía 50 años, tenía algunos menos, seguro.
Cuando se acercó, nos ofreció un par de chupitos. Miriam vino corriendo y apoyó antes de bebérselo. Él me miró y me dijo que no me olvidase de apoyar. Acto seguido me puse roja como un tomate. Cuando se lo conté a Miriam me dijo que seguro que estaba flirteando y que atacara. Pero a mí no se me pasaba ni por la cabeza.
Durante toda la noche no paré de fijarme en él, nos mirábamos y me guiñaba el ojo, acompañado de su sonrisa pícara. Miriam y yo no podíamos dejar de fantasear qué pasaría si yo le decía algo.
Me estuve fijando si venía acompañado, no vi a nadie. Tampoco llevaba anillo de casado, así que debería estar separado o no sé. Luego disimuladamente le pregunté a mi madre por varios de allí, así para no levantar sospechas, y le pregunté por Alberto. Me dijo que se había separado hacía un año y que no tenía hijos.
Después del interrogatorio, me decidí a ir a ofrecerle ahora algo yo a él. Así que Miriam y yo nos acercamos a él, y le llevamos ahora un chupito nosotras. Él sonrió al vernos, y se tomó el chupito a nuestra salud. Miriam, ni corta ni perezosa, le dijo que se viniese a bailar con nosotras, pero él no quería, decía que no sabía muy bien bailar esto del “reggeton”.
Llevaba un pantalón ajustadito gris que le hacía un culito de infarto, más una camisa a juego que marcaba sus pectorales de gimnasio. Ya hasta el pelo canoso, me parecía sexy. Me empezó a llamar tanto la atención, que quería llamar yo la suya.
Cuando lo veía en la barra, nos acercábamos y le hacíamos hacerse fotos con nosotras, le cogí sutilmente de la cintura, y antes de irme, le di un cachete en el culito. Él se giró sonriendo y yo le saqué la lengua. Había empezado el tonteo, y eso me estaba gustando. Cuando no era yo, era él.
Mi amiga había encontrado entretenimiento en la noche, un primo mío, así que decidí irme al baño. Hacía un rato que no veía a Alberto, ¿se habría ido?
Cuando llegué al baño había alguien dentro, así que esperé. Que sorpresa cuando se abrió la puerta y estaba allí. Miró si había alguien y me metió dentro del baño. Cerró la puerta e instintivamente le besé. Él me apretó contra su cuerpo, así pude notal que algo me apretaba en la pierna, y tenía claro que no era un móvil.
No dejé que se apartara y le empotré contra la pared del baño, besándolo sin parar. Noté su excitación, así que decidí bajarle la cremallera y lamerle lentamente. De la punta hacia adentro, suavemente. Miré su cara y sus ojos staban en blanco del placer, así que aceleré un poco el ritmo, sin dejar de lamerme. Él me levanto y me subió en brazos, lo rodeé con mis piernas y me apoyó contra la pared. Me levantó el vestido y me acarició el clítoris con la mano, sin dejar de besarme. Sus dedos jugueteaban sin descanso y yo cada vez estaba más y más mojada. Apartó mi tanga dejando que su miembro me penetrara suavemente. Se me escapó un gemido y él me besó al instante. No podíamos gritar y eso me excitaba aún más.
Sus movimientos eran cada vez más rápidos y más profundos, y yo cada vez estaba más cerca de llegar al orgasmo. Él lo notaba, así que a sus movimientos le añadió sus dedos tocando mi clítoris y haciéndome explotar de placer, llegando al clímax. Él no tardó ni 5 segundos después en llegar.
Fue ahi en el baño dónde perdí mi vergüenza y encontré lo que buscaba, un buen sexo.