Sexología

MICRORELATO ERÓTICO 8

Soy una esclava del trabajo, lo que me hace que los novios me duren menos que un paquete de caramelos  en un parque lleno de niños. Me encanta mi trabajo y, a veces, incluso me divierte. Pero es que trabajar como ejecutiva en una empresa rodeada de hombres con traje, es un completo estrés.
Igual pensáis, ¿cómo entre tantos hombres no me como ni una rosca? Bien, algunas veces es mejor no mezclar trabajo con placer. A mis 36 años no me apetece tener un rollo en el trabajo, sería como no desconectar nunca del trabajo.
Una vez al año hacemos una especie de reunión, algo más informal, dónde la empresa organiza un fin de semana para los trabajadores en el cual fomentar la importancia del trabajo en equipo, la liberación del estrés y reforzar la cohesión del equipo.
Aquí nos juntamos todos los miembros de la gran empresa que somos, y dónde empieza esta historia.

Nos repartieron en distintas habitaciones de un hotel, y al llegar decidí darme una ducha para relajarme antes de empezar con las actividades que organizan. De repente noté que alguien estaba intentando entrar en mi habitación y refunfuñando algo, así que me puse una toalla y fui a ver. Cuando abrí la puerta lo vi, chico de treinta y tantos, moreno, alto, fuerte pero no musculoso.  Me puse tan nerviosa que se me cayó la toalla, dejando mi cuerpo desnudo a ojos del desconocido tan atractivo que tenía delante. Me dio tal vergüenza que entré y cerré la puerta, sin preguntarle si quiera quién era o por qué razón intentaba abrir mi puerta.
Cuando llegamos a la primera actividad de bienvenida esperaba no volverme a encontrar al desconocido de mi puerta, aunque era realmente sexy.

Cuando llegó la noche, el hotel organizaba una especie de cena de empresa con fiesta después.
Después de beberme más copas que platos nos habían sacado, necesitaba ir al baño y al entrar tropecé y me caí encima de… “el desconocido sexy”!! Cada vez que lo veo la situación es embarazosa. Él me miró y me sonrió disculpándose por haber tropezado, pero me dijo que era una lástima era que ahora estuviera vestida. Me puse más roja que el vestido que llevaba, así que sin decir nada me volví a meter tras una puerta y cerré.
Durante la noche estuvimos mirándonos de forma disimulada, o al menos yo a él. Estaba tan guapo con esa camisa gris ajustada, junto a esos pantalones de pinzas que le marcaban el trasero. El alcohol ya me iba haciendo efecto y mis ganas de llevármelo a la cama eran cada vez mayores.
Cansada de tanto beber y bailar, perdí de vista a mi hombre misterioso, así que me fui directamente hacia mi habitación. Subimos un grupo de compañeros y yo al ascensor. Noté como me acariciaban la espalda lentamente. Sentí un escalofrío y cuando me giré ahí estaba él.
-¿Me estás persiguiendo? Le dije sin ningún reparo.
-Si, porque llevo toda la noche mirándote y he pensado que podríamos ir a tomarnos la última a mi habitación.
Al entrar directamente me besó de forma apasionada, dejándome prácticamente sin aliento. Comenzó a acariciarme la pierna suavemente mientras yo palpaba su torso. Le empujé sobre la cama y le empecé a desabrochar los botones de su camisa uno a uno mientras le besaba. Enseguida empecé a notar que algo estaba creciendo entre sus piernas.
Le bajé poco a poco la cremallera y acaricié su miembro de arriba abajo lentamente. Su cara reflejaba el placer que estaba sintiendo, la excitación.
Él no dejaba de besarme todo el cuerpo mientras me quitaba el vestido. Besó mi cuello bajando lentamente hacia  mis pechos. Note cómo iba bajando i acariciaba mi entrepierna mientras me lamía los pechos.
Noté sus dedos rozando mi clítoris, deslizándose suavemente de arriba debajo lentamente. No dejaba de acariciarme mientras yo no dejaba de retorcerme encima de él. Mis gemidos cada vez eran más altos y mis ganas cada vez mayores.
Me tumbó en la cama y siguió bajando con su lengua hasta encontrar mi clítoris. Sentía su lengua jugueteando con mi sexo sin dejarme un descanso. Cada vez me movía más porque el placer iba subiendo. No quería que parara, quería más y más rápido. Le cogí de la cabeza para que no parara y en ese instante sin parar de gemir, llegué al clímax.
Sin descanso, me subí encima de él, penetrándome poco a poco. Él estaba muy caliente, lo pude notar en su erección, así que decidí ir lentamente, con movimientos suaves encima de él para retrasar el momento. Me seguía moviendo sin parar mientras iba acelerando cada vez más y más el ritmo. Con sus gemidos y los míos íbamos a despertar a toda la planta del hotel. Siguió envistiéndome hasta que llegamos ambos, exhaustos de tanto ejercicio en tan poco tiempo.
La verdad es que fue un fin de semana que sí que me quitó el estrés, varias veces en  diferentes lugares de la habitación.
Volví el relajada el lunes a trabajar, y menos mal, porque tenía una reunión con los altos cargos de la empresa. Yo seguía reproduciendo en mi mente aquellos momentos con él, cuando al entrar a la sala de reuniones estaban mis jefes. Y allí, de pie junto a todos mis jefes estaba él, Borja.

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