MICRORELATO ERÓTICO 2
Dicen que un hombre y una mujer no pueden ser sólo amigos, pero yo creía que sí, aunque la vida tenía alguna sorpresa para mí.
Mario y yo somos amigos desde hace tiempo. Nuestra amistad empezó en una cena que nos juntamos, no nos conocíamos de nada, pero conectamos enseguida. Nos pasamos la noche bromeando y riendo, a la par que haciéndonos un montón de fotos. Recuerdo que él se metía conmigo bromeando sobre mi escote y mi vestido azul.
Él tenía novia por aquel entonces y yo tenía novio también, así que nos hicimos buenos amigos. De hecho no había nada en él que me atrajera, simplemente me caía muy bien.
Las siguientes semanas de conocernos estuvimos hablando prácticamente todos los días por Whatsapp bromeando y como dos amigos.
Éramos dos amigos que cuando se veían se lo pasaban genial juntos, siempre habían risas, aventuras y nos lo pasábamos genial. Nuestras parejas no lo veían tan bien a veces, ambos sentían celos por la relación que tenían, tanto que nunca salían los 4 juntos. Yo pasé varias broncas con mi novio por ello, pero siempre le dije que sólo éramos amigos y que no había nada más, pero él no lo entendía.
Siempre que salíamos de fiesta acabábamos juntos de risas, pero nunca ninguno de los dos había intentado nada, puesto que no había atracción. O al menos eso creía, hasta que una noche, estando en una fiesta de verano, de las típicas que hacen en los pueblos, estuvimos toda la noche bailando y bebiendo. Como siempre nos quedábamos hasta el final, intentamos hacernos la última, pero ya estaba todo cerrado. Nos íbamos a casa, burlándonos de la gente que había por la calle, y es que a esas horas todo el mundo va armando escándalo o borracho en la acera. Se acercó uno intentando ligar conmigo, así que ni corto ni perezoso él me dio un beso. Beso que empezó siendo un simple “pico” y acabamos besándonos de forma apasionada sin darnos cuenta, hasta que ambos nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo, así que nos separamos al instante e hicimos como si nada.
De camino a casa no dejé de pensar ni un segundo en lo que había ocurrido. No cruzamos ni una palabra. No entendía por qué le había seguido el beso, no sabía que estaría pensando él, si tal vez se arrepentía de lo ocurrido, ni nada de nada. Sólo sabía que quería volver a besarlo, quería repetir lo ocurrido, sabiendo que no era muy ético.
Al día siguiente no dejaba de pensar en ello, así que necesitaba saber si él también se acordaba de lo ocurrido o había decidido borrarlo de su mente, teniendo en cuenta que ambos tenemos pareja. Así que le dije que me acordaba de todo, y que me encantaría repetirlo. Él me respondió que también lo repetiría. ¿Qué estábamos haciendo? Esto no está bien, pero mi corazón me dice que lo haga.
Un par de días después volvimos a coincidir esta vez con las parejas allí, no sé que estaba ocurriendo pero necesitaba volverlo a besar. Un momento que me fui sola a por una copa, se acercó y me dijo que me esperaba en la esquina dentro de 5 minutos. Me puse nerviosa, sabía cuál era el riesgo, pero me daba igual. Nos fuimos lo más lejos que pudimos, dónde no hubiese casi luz. Y allí me apoyó sobre el coche, me cogió por la cintura y me besó apasionadamente.
Le mordí el labio, el deseo estaba empezando a aumentar en mi cuerpo. Tanto que me era indiferente el riesgo de que me pillaran, eso lo hacía más excitante aún.
Me cogía fuerte mientras pude notar su excitación sobre mí, pero no era un buen sitio para poder hacerlo. Metió su mano debajo de mi falta, acariciando mis glúteos, acariciando cada centímetro que mi falda le permitía. Yo estaba deseando que me poseyera allí mismo, que adentrara su miembro en mí. Pero no podíamos, así que dejé que su mano jugara conmigo.
Rozándome con sus dedos juguetones, empezó a acariciarme el clítoris, fue ahí cuando estallé de placer moviéndome entre su mano de arriba abajo. Él seguía tocándome, con cada vez más brío. Su boca tapaba la mía para que no oyesen mis gemidos. No podía contenerme más, quería más, pero él no me lo podía dar allí.
Mi deseo seguía aumentando, mi humedad era palpable hasta para mí. Sus dedos se movían con la agilidad de dos serpiente reptando por el suelo.
Yo palpaba su virilidad por fuera del pantalón, me moría por sentirlo dentro de mí, pero mi cuerpo no pudo más que rendirse ante tanto placer, sucumbiendo en un orgasmo digno de desmayo. Nunca me habían tocado de esa manera, nunca el sexo me había excitado tanto cómo lo hizo él. Lástima no haber tenido más tiempo, y estar en otro lugar, para poder sacarle todo el jugo.