MICRORELATO 23
La verdad es que siempre he tenido bastante vergüenza a la hora de hablar con los chicos. Siempre he sido bastante tímida aunque no lo parezca. A mis 29 años, todavía no he tenido una relación sería, puesto que los chicos sólo me han buscado para noches de sexo esporádico. Que sí, que está bien, pero llega un momento en tu vida que te cansas de tanta noche loca, porque cuando llega un día de estos que solo quieres que alguien te pregunte: «¿cómo estás?«, que te abrace o simplemente que se quede a tu lado viendo una película, en ese instante…no hay nadie.
En ese momento no puedo decirle a mis “follamigos”: “¿oye, qué tal si quedamos para abrazarnos?”. Seguro que pensaría que le estoy vacilando.
Vivo en un pueblo pequeño, cosa que me impide tener una amplia gama de lugares dónde conocer gente nueva. Mis amigas siempre me dicen que debo expandirme, que debo buscar otros medios para conocer gente, pero no es algo que me apetezca mucho. Siempre he creído que ahí hay gente bastante “rara”.
Pero tras un tiempo, en el cual parecía que estuviese en una rutina ,del trabajo a casa y de casa al trabajo, decidí hablar con mi mejor amiga y que me ayudase a meterme en una aplicación para conocer gente.
Me descargué una de esas aplicaciones y decidí meterme a ver quién había por mi zona, me sorprendió ver que había bastantes personas que conocía. La verdad es que así me sentí menos “rara”, puesto que estas cosas no me gustaban, pero como siempre me dice mi amiga: “ no todos los que hay tienen que ser psicópatas”.
Vi varios que me gustaron, pero no me atrevía a ponerles nada, así que dejé la aplicación y me fui al trabajar. Al volver me habían hablado dos chicos, José y Adrián. Ambos bastante guapos, o al menos en las fotos. Pero me sentía insegura, no sabía qué hacer, pero ahí entraba en juego mi amiga. Tras mandarle un pantallazo de cada uno, me dijo que le hablase a los dos, y que cuando fuese conociéndolos que ya decidiese con cuál de los dos quedar.
Ambos me gustaban, eran simpáticos, guapos, románticos y estaban buscando lo que yo, una relación. No me decidía así que quedé con José primero. Nos fuimos al cine, me llevó a cenar y luego quería llevarme a su casa… pero no fui. No me voy a ir a casa de uno que acabo de conocer, no me sentía segura.
Al día siguiente quedé con Adrián, el cual me llevó a pasear por la playa, me invitó a cenar en un restaurante y luego nos tomamos unas copas en un pub cerca de la playa. Éste no intentó llevarme a casa, así que eso me hizo interesarme un poco más por él.
La segunda cita que tuvimos José y yo, nos divertimos mucho yendo a la playa, disfrutando del buen tiempo. Me reí mucho, puesto que me hacía reír, y eso es algo que me encantaba.
Con Adrián también me reía mucho, era muy alegre y le gustaba escuchar. Y tenía ese punto de sensualidad, con su sonrisa pícara, que me encantaba.
No me podía decidir , ambos me gustaban mucho, y no me veía capacitada como para descartar a uno de los dos, así que le consulté a mi amiga, que ella (tan animal como siempre) me dijo que probara el material primero, y que luego eligiese lo que más me gustara.
Dispuesta a hacerle caso a mi amiga, quedé con Adrián, y nos fuimos a cenar. Tras unas copitas en el pub y un par de bailes, le propuse irnos de allí. Él directamente pilló lo que le quería decir, así que nos fuimos a su casa.
Nada más entrar por la puerta empezó a besarme lentamente el cuello, sin dejar de acariciar mis piernas. Me besaba con una suavidad que, solamente con notar su lengua junto a la mía ya me estaba poniendo mala. Me dio la vuelta y me puso contra la pared, sujetando mis manos en alto, me dejó una libre y se acercó a mi oreja para susurrarme al oído. Después empezó a quitarme la ropa suavemente, sin dejar de besar cada centímetro de mi cuello. Yo me di la vuelta totalmente excitada, no podía pensar en otra cosa que no fuese que me hiciese suya allí mismo. Pero él se tomó su tiempo para “hacerme sufrir” de una forma muy placentera.
No me dejaba tocarle, y eso que yo podía notar su excitación desde lejos, pero quería llevar él la batuta, así que me dejé llevar. Me tumbó sobre la cama, dejando mi cuerpo desnudo frente al suyo. Empezó a besarme la entrepierna, suavemente sin llegar a mi sexo. Paseaba sus dedos sobre mi sexo, sin llegar a tocarme. Eso me excitaba tanto que creía que iba a explotar.
Pasó lentamente su lengua por mi clítoris, haciéndome explotar en un gemido. Notaba mi hinchazón, notaba como mi cuerpo se estremecía cuando él paseaba su lengua de arriba abajo, deteniéndola en mi clítoris para hacer círculos suaves. Notaba que iba a explotar, pero él seguía sin dejarme tocarlo.
Acercó su miembro erecto a mi sexo, paseándolo por todos los rincones por los cuales había pasado su lengua, pero sin penetrarme. Mi cuerpo estaba pidiendo a gritos más, no podía soportar tanto calor en mi cuerpo, así que le susurré que me hiciese suya allí mismo. A lo que él siguió sin obedecer, pero paseando lentamente por cada rincón de mi sexo, bordeaba la entrada sin meterse dentro.
Cuando menos me lo esperaba empezó a penetrarme lentamente, hasta tocar fondo para luego volver a salir y repetir el proceso. No pude contener mis gemidos, le cogí de su cuerpo para no que se separara de mi, para que no parara. Él estaba muy caliente, pero yo casi lo estaba más. No dejó de moverse ni un segundo, con movimientos suaves , pasando por otros más bruscos.
No pude contener mi excitación mucho más, y él lo estaba notando. Así que aceleró su ritmo mientras me acariciaba el clítoris. Fue en ese instante cuando ambos estallamos en un grito, largo y fogoso para quedar uno encima del otro sin poder articular palabra.
No podía creer que esto me hubiese pasado con él, que prácticamente no nos conocíamos, pero habíamos conectado sexualmente. Fue maravilloso, tanto que no me hizo falta quedar con José. En ese instante tuve claro que había encontrado un hombre completo, y que en el sexo compartía placer.
Pronto nos casaremos, y ahora agradezco el día que decidí ser “rara” y ponerme en aquella aplicación para conocer gente, porque conocí al hombre de mi vida.